La autoconciencia en la prueba del espejo: ¿un fenómeno únicamente humano?
La autoconciencia en la prueba del espejo:
¿un fenómeno únicamente humano?
Jairo A. Rozo1
Psicólogo y Doctor en Psicología Experimental
Coordinador del Laboratorio de Psicología Iván Pavlov
Fundación Universitaria Los Libertadores (Bogotá, Colombia)
Robin Carrillo
Psicólogo
Fundación Universitaria Los Libertadores (Bogotá, Colombia)
Andrés M. Pérez-Acosta
Psicólogo y Doctor en Psicología
Profesor Titular, Universidad del Rosario (Bogotá, Colombia)
Miembro de la Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia
Resumen
La autoconciencia, entendida como esa capacidad de “darse cuenta de sí mismo”, se creía como exclusivamente humana. Retando esta suposición, surgieron los experimentos de prueba de autoconciencia en animales, los cuales usaron la estrategia del reconocimiento de la propia imagen en el espejo. En el presente siglo se han acumulado evidencias de que otras especies no primates pueden superar esta prueba, tales como los elefantes, los delfines e, incluso aves, como la urraca. En síntesis, tenemos diferentes especies que aparentemente superan la prueba del espejo, lo que nos ayuda a seguir derribando viejas fronteras antropocéntricas.
Palabras clave: autoconciencia; animales; prueba del espejo
Abstract
Self-awareness, understood as that ability to "realize oneself", was believed to be exclusively human. Challenging this assumption, animal self-awareness test experiments emerged, which used the strategy of recognizing one's own image in the mirror. In the present century, evidence has accumulated that other non-primate species can pass this test, such as elephants, dolphins, and even birds, such as the magpie. In short, we have different species that apparently pass the mirror test, which helps us to continue to demolish old anthropocentric borders.
Keywords: self-awareness; animals; mirror test.
Introducción: de la Scala Naturae al árbol de la evolución
Una característica muy especial de los seres humanos es que nos consideramos una especie única y superior en la naturaleza. A pesar de que ya se han cumplido más de 150 años de la publicación de “El Origen de las Especies” de Charles Darwin (3), los humanos aún nos resistimos tenazmente a dejar de lado este estatus, incluso dentro de medios académicos.
Aristóteles había planteado, 2400 años atrás, la idea de una evolución progresiva en la naturaleza, a manera de escalera: la Scala Naturae (12), que iniciaba en la parte inferior con los seres inanimados como las piedras, ascendiendo con las plantas, los animales y, finalmente, el hombre. Por supuesto, en la versión cristiana (adjudicada al aristotélico Santo Tomás de Aquino), solamente por encima del hombre está Dios.
Sin embargo, en los dos últimos siglos, y especialmente en las últimas décadas, esta poderosa metáfora de la escalera natural unilineal y progresiva está dando pasos, a regañadientes, a una nueva metáfora: el árbol de la evolución, que se deriva de la teoría de selección natural de Darwin (3). A diferencia de la escalera, el árbol no implica necesariamente una progresión, ni tampoco una finalidad: en el árbol unas especies se derivan de otras, pero no necesariamente son “mejores” que las anteriores. Todos los seres son tan iguales como diferentes. Solamente cambian en función de las presiones ambientales bajo el motor de las variaciones genéticas en las especies.
Con todo, a pesar de que ya no podríamos considerarnos seres superiores en el sentido físico y biológico del término (por ejemplo, somos seres físicos que podemos colisionar y somos seres biológicos que podemos enfermar), sí nos consideramos únicos y superiores en las dimensiones psicológica y social: por ejemplo, en la capacidad de aprender, memorizar, emocionarnos, pensar y hablar, además de tener interacciones sociales significativas, complejas y útiles a largo plazo.
Pero todo este panorama comenzó a cambiar rápidamente gracias a la emergencia y desarrollo de la etología2 y de la psicología comparada. Gracias a estas nuevas ciencias del comportamiento, hemos aprendido que los animales son seres con un comportamiento complejo, que aprenden, se comunican entre sí y tienen vida social (1, 2, 3, 7). Por ejemplo, aún a comienzos de los años ochenta del siglo pasado, era muy común leer que los animales invertebrados sólo podían generar aprendizajes simples, como la habituación y la sensibilización, y que los aprendizajes asociativos más complejos, como el condicionamiento clásico y el operante, pertenecían al reino de los animales vertebrados. Sin embargo, las investigaciones del premio Nobel Eric Kandel y de otros científicos, permitió comprobar, fuera de toda duda, que incluso los invertebrados también tenían la capacidad para desarrollar aprendizajes asociativos y memorizar diferentes comportamientos fundamentales para su supervivencia (1).
La autoconciencia: humana y animal
Parece que con el tema de la autoconciencia puede pasar algo similar. La autoconciencia, entendida como esa capacidad de “darse cuenta de sí mismo”, en un principio se creía era la distinción entre el ser humano y las demás especies de animales. La autoconciencia, solía entenderse, implicaba la presencia de habilidades de descripción y reseña lingüística del propio comportamiento en un ambiente social complejo (2, 3). Sin embargo, si nos atenemos a una visión evolutiva del comportamiento, podemos entender que muchas características físicas y psicológicas no surgen por generación espontánea en los humanos, sino que tienen un recorrido histórico en la filogenia de las especies. Por lo tanto, es posible rastrear precursores de la autoconciencia en otras especies de animales con características no verbales. Eso nos llevaría a entender que la autoconciencia no es una característica netamente humana, y que podemos estudiar mucho procesos precursores y más simples que la autoconciencia (con características verbales) de los humanos en otras especies de animales.
La prueba del espejo
Uno de los experimentos más reconocidos dentro de las pruebas de autoconciencia en animales, tiene que ver con el reconocimiento de la propia imagen en el espejo. El precursor de este tipo de experimentos en los años setenta del siglo pasado es Gordon Gallup, según él (4,5,6), los orangutanes y chimpancés serían los únicos primates capaces de hacer una inspección de su propio cuerpo en el espejo (7: párrafo 3):
“Para comprobar esta hipótesis Gallup realizo un experimento, el cual consistió en anestesiar y marcar al animal en la frente con tinta roja, tinta que no pudiera ver ni oler directamente, luego midió la frecuencia con el que el animal tocaba las marcas que tenía en su frente, primero en la ausencia de un espejo y después ante un espejo. Con este experimento se pudo evidenciar que los chimpancés y orangutanes tocan con mayor frecuencia sus marcas en la cabeza cuando el espejo está presente, en cambio los gorilas tocan las marcas con la misma frecuencia en ambas condiciones.”
Especies que han superado la prueba
Pero en este siglo han aumentado las evidencias de la presencia de autoconciencia en otras especies animales, incluso con la misma prueba del espejo. Por ejemplo, en monos Rhesus (Macaca mulatta), Chang, Fang Zhang, Poo y Gong (8) aplicaron la prueba de la marca frente al espejo (5), permitiendo de esta manera encontrar y confirmar el auto-reconocimiento en monos. El estudio fue realizado con monos que fueron colocados en una silla de fijación de cabeza donde se encontraban frente a un espejo y se les apuntaba sobre el rostro aleatoriamente con una la luz láser, ellos debían identificar su imagen propia frente al espejo y reconocer esta luz láser como algo ajeno a su cuerpo, al tocarla recibían una recompensa positiva, todos los monos que tenían entrenamiento previo frente al espejo lograron el objetivo3.
Otro ejemplo es ofrecido por el elefante asiático (Elephas maximus), como lo vemos en el experimento de Plotnik, Waal y Reiss (9), en el que expusieron tres elefantes frente a un espejo para observar el comportamiento que tenían frente a la imagen de ellos mismos. Durante el estudio se aplicaron marcas en las cabezas de los elefantes para certificar la prueba de marca para el reconocimiento frente al espejo donde el resultado fue exitoso y se encontraron paralelismos en la progresión de las respuestas frente a simios y delfines. Plotnik et al. afirman que estos paralelismos indican una evolución cognitiva convergente que probablemente este asociado a la cooperación compleja4.
Como ya lo hemos dicho, también se han hecho estudios con delfines (Tursiops truncatus), como la variedad nariz de botella. En este estudio se utilizaron dos delfines que fueron expuestos a superficies reflectantes y ambos demostraron respuestas consistentes con el uso del espejo para investigar las partes marcadas en sus cuerpos, según Reiss y Marino (10) esto demostraría un proceso de desarrollo superior en los niveles psicológicos cada vez más abstractos de la autoconciencia, incluida la introspección y la atribución del estado mental, demostrando que el ser humano no es la única especie que concibe su propia voluntad5.
También tenemos estudios en aves, como la urraca (Pica pica), de Prior, Schwarz y Güntürkün, (11), que demostraron que cuando se les proporcionó una marca no visible de forma directa, las aves mostraron un comportamiento espontáneo dirigido a la marca, con ayuda del espejo, lo que proporcionó evidencia del auto-reconocimiento de la propia imagen en una especie no mamífera6.
Conclusión
Con las evidencias crecientes acerca de la autoconciencia en diferentes especies animales, la concepción de superioridad de los seres humanos en la naturaleza está más desafiada que nunca (2, 3, 7).
Cada vez es más evidente que la autoconciencia animal es un hecho, presente en diferentes especies, que aparentemente superan la prueba del espejo, originalmente propuesta por Gallup, lo que nos plantea el origen filogenético de esta habilidad, y tal vez debamos desarrollar nuevas líneas de investigación con otras especies de animales (incluso invertebradas) que nos permitan eventualmente obtener datos aún más sorprendentes.
En definitiva, los viejos fortines antropocéntricos que sostienen la vetusta Scala Naturae, como el lenguaje, la cultura y la autoconciencia (2,3), siguen todavía en pie, pero impactados estructuralmente y listos para caer. En el caso específico de la autoconciencia animal, nos ayudaría eventualmente a comprender y tratar mejor a los animales, que han sufrido históricamente de toda clase de maltratos y abusos, culturalmente aceptados, como la tauromaquia y las peleas de gallos.
Reconocimientos
Este producto académico hace parte del proyecto de investigación “Autoconciencia en la ontogenia: autodiscriminación condicional en ratas Wistar en la primera y última etapa de su vida (segunda fase)”, financiado por la Fundación Universitaria Los Libertadores, con código CHS–011–18.
Referencias bibliográficas
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Rozo JA, Baquero HT, Pérez-Acosta AM. Aprendizaje asociativo. Modelos explicativos del condicionamiento clásico. Bogotá: Psicom Editores y Fundación para el Avance de la Psicología, 2004.
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Pérez-Acosta AM. La consciencia desde el análisis experimental del comportamiento: adquisición y transferencia de la autodiscriminación condicional (libro electrónico en línea). Sevilla, España: Fondos Digitalizados de la Universidad de Sevilla, 2007. Disponible en: http://fondosdigitales.us.es/thesis/thesis_view?oid=759
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Pérez-Acosta AM. Darwin: 150 años derribando fortines antropocéntricos. Lenguaje, cultura y autoconciencia como adaptaciones”, en: J Salvador Moysén, LF Sánchez Anguiano y Y Martínez López (Eds.), Investigación y educación en salud pública (pp. 13-22). Durango, México: Instituto de Investigación Científica de la Universidad Juárez del Estado de Durango, 2012.
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Gallup GG. Absence of self-recognition in a monkey (Macaca fascicularis) following prolonged exposure to a mirror. Developmental Psychobiology, 1977,10: 281-4.
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Gallup GG. Chimpanzees: Self-recognition. Science, 1970, 167: 86-7.
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Pérez-Acosta AM, Benjumea S, Navarro J. Autoconciencia animal: estudios sobre la autodiscriminación condicional en varias especies. Revista Latinoamericana de Psicología, 2001,33(3): 311-27.
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Rozo JA, Pérez-Acosta AM. Autoconciencia animal, nuevos referentes para futuras investigaciones. Revista Nova et Vetera, 2018, 4(38).
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Chang L, Fang Q, Zhang S, Poo, MM, Gong N. Mirror-induced self-directed behaviors in Rhesus monkeys after visual-somatosensory training. Current Biology, 2015, 25(2): 212-17.
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Plotnik J, Waal F., Reiss D. Self-recognition in an Asian elephant. Proceedings of the National Academy of Sciences, 2006, 103(45): 17053-57.
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Reiss D, Marino L. Mirror self-recognition in the bottlenose dolphin: a case of cognitive convergence. Proceedings of the National Academy of Sciences, 2001, 98(10): 5937-5942.
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Prior H, Schwarz A, Güntürkün O. Mirror-induced behavior in the magpie (Pica pica): evidence of self-recognition. PLoS Biology, 2008. DOI: /10.1371/journal.pbio.0060202
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Lovejoy O. The great Chain of being. A Study of the History of an idea. Cambridge, MA: Harvard University Press, 1969.
1 La correspondencia relacionada con este artículo debe dirigirse a: Prof. Jairo A. Rozo, PhD, Coordinador del Laboratorio de Psicología Iván Pavlov, Fundación Universitaria Los Libertadores, Cra. 16 No. 63A-68, Bogotá, D. C., Colombia. Correo electrónico: jarozoc@libertadores.edu.co.
4 Ver imágenes en http://www.pnas.org/content/103/45/17053
5 Ver imágenes en http://www.pnas.org/content/98/10/5937/tab-figures-data
6 Ver imágenes y video en https://journals.plos.org/plosbiology/article?id=10.1371/journal.pbio.0060202